Discutir para no ser
30 de agosto de 2025
Porque quizá todo es una posibilidad
una invitación
Porque querer ganar la discusión
¿no será perderla?
Como mi paciente que intenta explicarme por qué siente lo que siente y hace lo que hace, intenta convencerme y entonces: Si no me convence pierde y si me convence también pierde, porque no se lleva nada diferente a lo que trajo.
O la pareja a la que atendía el otro día, enfrascados en ver si había que ir al mar o a la montaña de vacaciones, argumentando y discutiendo acerca de los beneficios de uno y otro lugar y perdiendo ambos la posibilidad de estar con el otro en el hecho de planificar las vacaciones.
O yo mismo, las veces que me encuentro en las cotidianas disputas, nimias, mínimas si se quiere… pensando quizá porque el de adelante no acelera así llegamos al semáforo antes de que se ponga en rojo cuando, en realidad ¿dónde tengo que ir tan apurado? O ¿por qué siempre llego justo a los lugares? O más aún, aceptando que quizá mi manera es llegar un poco justo a los lugares.
Por supuesto entiendo, sé, que para no discutir vanamente hay que disponernos a ahondar, a preguntarnos allá en lo profundo "quién es verdaderamente a quien quiero ganar, a quien quiero convencer". No es sólo una decisión, no es un "no voy a discutir más" (como un día hizo mi mamá y entonces se callaba cada vez que se enojaba e implotaba. O discutía sólo de política pero toda su vida se iba en ello.)
No, claro, sé que no discutir vanamente es un estado interno, no una decisión.
Y que para ello hay que no sentirse víctima del otro.
Y que para ello hay que poder ver cuándo sí fui víctima y de quién(es).
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Ayer vi nuevamente una bella y honda película, Fragmentos de una mujer.
Ya la había visto y la había utilizado también para clases y seminarios.
La gran actuación de Vanessa Kirby es conmovedora. La pareja decide tener a su hija por parto natural y esta muere en el momento de nacer. La abuela de la niña (la madre de la madre) necesita encontrar una culpable y decide hacerle un juicio a la partera. La hija (Vanessa Kirby) pelea con la madre toda la película porque no quiere hacerlo. Discuten en diferentes momentos por esa y por otras cosas. El juicio comienza. Hacia el final (perdón el spoileo), la protagonista revela una foto que sacó su marido en los 2 minutos que la hija estuvo viva, en los brazos de la madre y ve a su hija en la foto. Luego de ello se dirige al juicio y pide la palabra.
"Esta mujer (mirando a la partera) no le hizo daño intencionalmente a mi niña. No creo que sea su culpa
(Mirando a su madre) Quizá haya una razón para lo ocurrido pero no la hallaremos aquí. Y si me paro aquí y pido una compensación o dinero entonces digo que hay forma de compensarme, y no es así. No puedo traerla de vuelta. Ningún dinero, veredicto o sentencia puede traerla de vuelta ¿cómo puedo darle este dolor a alguien más, a alguien que ya ha sufrido? Sé que ella no querría eso. No es para esto que mi hija vino al mundo el tiempo que estuvo aquí"
No pelea más con su madre. Decide aquello que quiere decidir. Dice (y escucha) su propia verdad, deja de intentar que el otro la valide. Escucha lo que siente y es fiel a su propio sentir. Se hace cargo ella de lo que para ella es verdad.
No discute
Es
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Dejar de pelear, de discutir. Escuchar a la vida, al otro. Indagar(me), ahondar(me). Ver allá en lo profundo si el otro me invita a una verdad más profunda de mí mismo o si asentarme en mi propia verdad es el movimiento hondamente saludable, aunque eso implique un desencuentro (quizá profundo) con el otro.
Escuchar y escucharme.
Abrirme al desencuentro si es que lo hay.
Duelar lo que hay que duelar, lo que sigue en pie aunque ya terminó.
Y hacer como la protagonista de la película después de su último párrafo:
Llorar
y sonreír
y llorar
y sonreír
al mismo tiempo