Dimensiones de la Ayuda
Sábado 22 de febrero de 2025
A veces queremos ayudar para no contactar.
Porque hay una dimensión de la ayuda que tiene que ver con poder no ayudar.
Y ahí entonces hace falta un registro profundo de lo que nos pasa, de lo que nos pasa a quienes queremos ayudar. E incluyo aquí a quienes somos ayudadores profesionales y también a todo aquel que desea ayudar a alguien, una madre o un padre, un amigo, un docente, un vecino…
Porque quienes ayudamos también ponemos allí, en la acción de ayudar nuestras zonas no sanadas, no trabajadas, no crecidas.
Y a veces (a veces muchas veces) queremos cambiar al otro (o que el otro cambie, lo cual es casi lo mismo) para no ver lo propio. Lo propio que quizá el otro me espeja, lo propio que quizá queda oculto por el incendio que el otro me cuenta, lo propio que quizá el otro me muestra de mí en sí mismo y que yo necesito cambiar en mí mismo, pero lo pongo en el otro.
Como ese querido paciente que en el taller de hoy intentaba levantar al Nene que había sido tomándolo de los brazos pero que en realidad no podía verlo (o, mejor dicho, porque en realidad no podía verlo) así, echado en el piso sin fuerzas ni para abrir los ojos.
Por eso hay una dimensión de la ayuda que necesariamente implica el poder no ayudar, no hacer, no intentar cambiar, sino el contactar, el habitar lo que allí pasa. En definitiva, el estar ante aquel otro (o aquella parte mía) que hoy está así como está y darle lugar, darle lugar en mí a aquello que no es como me gustaría que sea, pero que es.
¿Podemos?